El ejercicio aumenta la capacidad cerebral: nuevas pistas apuntan a moléculas viajeras

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Durante años, los científicos han sabido que el ejercicio es fantástico para el cerebro. Mejora la memoria, las habilidades de pensamiento e incluso protege contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Pero el “cómo” exacto de este efecto estimulante del cerebro sigue siendo un misterio.

Si bien un mejor flujo sanguíneo, una reducción del estrés y un corazón más fuerte están relacionados con el ejercicio, no explicaron completamente cómo la actividad física afecta directamente a los miles de millones de neuronas de nuestro cerebro. Ahora, una nueva e interesante investigación realizada con ratones sugiere que la respuesta puede estar en pequeños paquetes llamados vesículas extracelulares que viajan a través del torrente sanguíneo.

Piense en estas vesículas como mensajeros moleculares que transportan una carga importante: proteínas y material genético. En un estudio publicado en Brain Research, los científicos descubrieron que cuando ratones adultos jóvenes corrían sobre ruedas durante cuatro semanas, su sangre se llenaba de estas vesículas, particularmente aquellas que contenían moléculas relacionadas con las defensas antioxidantes y la neurogénesis (el nacimiento de nuevas células cerebrales).

Cuando los investigadores inyectaron estas vesículas “cargadas de ejercicio” en ratones sedentarios, sucedió algo notable: los ratones sedentarios desarrollaron aproximadamente un 50% más de células cerebrales nuevas en el hipocampo, una región crucial para el aprendizaje y la memoria. Es importante destacar que la mayoría de estas nuevas células maduraron hasta convertirse en neuronas funcionales.

Meghan Connolly, autora principal del estudio, se sorprendió de lo específico que era este efecto. Las vesículas de ratones corriendo desencadenaron el crecimiento neuronal, mientras que las de ratones adictos a la televisión no lo hicieron. Si bien no está claro si las vesículas ingresaron directamente al cerebro o actuaron indirectamente a través de otras señales, la presencia de estas proteínas promotoras de la neurogénesis es una pista importante.

Este aumento de nuevas neuronas es prometedor, pero puede que sólo sea realmente beneficioso si sobreviven y se integran en los circuitos cerebrales existentes. “Estas neuronas recién nacidas todavía necesitan semanas para crecer y conectarse a los circuitos existentes del cerebro”, explica Paul Lucassen, un neurocientífico que no participó en el estudio. Sólo entonces podrán contribuir de manera significativa al aprendizaje y la memoria.

Se necesitan más investigaciones para confirmar si estas vesículas podrían restaurar la neurogénesis y mejorar la memoria en modelos animales de enfermedades cerebrales. Algunos investigadores ya están explorando esta apasionante vía.

En otro estudio publicado en iScience, los científicos utilizaron un modelo de ratón de la enfermedad de Alzheimer. Descubrieron que los ratones que hacían ejercicio mostraban menos acumulación de amiloide (un sello distintivo del Alzheimer) en la corteza y tenían una mejor función metabólica y memoria en comparación con los ratones sedentarios. Curiosamente, cuando se administraron vesículas de ratones ejercitados a través de la nariz a animales sedentarios modelo con Alzheimer, replicaron algunos de estos beneficios metabólicos, pero no mejoraron significativamente la memoria ni redujeron los niveles de amiloide.

Los investigadores especulan que el método de administración (que implica anestesia ligera) podría haber afectado los resultados de la memoria. Actualmente, se están realizando experimentos de seguimiento con participantes humanos, comparando vesículas que viajan hacia y desde el cerebro durante el ejercicio. Los primeros resultados sugieren que las vesículas que se dirigen hacia el cerebro pueden estar enriquecidas con proteínas que se sabe que influyen en la cognición.

Si bien estos pequeños mensajeros de vesículas son muy prometedores, es importante recordar que el ejercicio probablemente influye en el cerebro a través de múltiples vías interconectadas. Joram Mul, neurobiólogo del ejercicio, lo expresa perfectamente: “Es un efecto que afecta a todo el cuerpo, no es un solo factor que lo explique todo, sino una sinfonía de múltiples factores y procesos que juegan en perfecta armonía”. El ejercicio desencadena una cascada de cambios positivos en todo nuestro cuerpo (músculos, nervios e incluso microbios intestinales) que, en última instancia, benefician al cerebro.