El reciente ataque violento contra pasajeros de trenes en Cambridgeshire provocó conmociones en todo el país. Los relatos de personas valientes que arriesgaron sus vidas para ayudar a otros contrastan marcadamente con aquellos que eligieron huir para sobrevivir, lo que suscita una pregunta natural: ¿Qué harías tú en una situación tan aterradora?
La psicóloga Emma Kavanagh, con amplia experiencia trabajando con policías y personal militar, arroja luz sobre esta compleja respuesta humana. Nos recuerda que la narrativa de “luchar o huir”, si bien es común, simplifica demasiado nuestras reacciones ante el peligro. Somos seres inherentemente sociales; por lo tanto, entra en juego un poderoso tercer instinto: cuidar y hacerse amigo.
Este impulso, que a menudo se pasa por alto, surge en situaciones de emergencia. Piense en los padres que corren hacia sus hijos durante los tiroteos en las escuelas o en los transeúntes que se agrupan alrededor de las víctimas de accidentes. Inmediatamente después de un evento traumático, instintivamente buscamos proteger a los heridos y consolar a los necesitados. Esta respuesta de “cuidar y hacerse amigo” está profundamente arraigada; fomenta la conexión y el apoyo en momentos de vulnerabilidad colectiva.
Entonces, ¿eso significa que huir equivale a cobardía? De nada. Cuando nos enfrentamos a una amenaza física inmediata, priorizar la autoconservación mediante la huida puede ser la decisión más racional. Es una respuesta primaria diseñada por la evolución para asegurar la supervivencia. Sin embargo, Kavanagh sostiene que una vez que se garantiza la seguridad, el impulso de “cuidar y hacerse amigo” a menudo toma el control.
Múltiples factores influyen en cómo responde un individuo en tales situaciones:
- Esquema personal: ¿Te has imaginado como un héroe? Dar forma consciente o inconscientemente a estos modelos mentales de antemano puede afectar significativamente el comportamiento durante una crisis. En escenarios de alto estrés, nuestra corteza prefrontal (responsable del pensamiento racional) se ve abrumada y, en cambio, depende del instinto y de patrones preprogramados: esos esquemas.
- Experiencia previa: Aquellos capacitados en respuesta a emergencias (policía, ejército) a menudo sobresalen porque han aprendido a manejar su pánico inicial y evaluar situaciones con calma. Cualquier experiencia pasada en la superación de una crisis puede dotarnos de valiosas habilidades para afrontarla.
- Identidad propia: Las personas que cultivan activamente un sentido de ayuda tienen más probabilidades de actuar en consecuencia durante las emergencias.
El impacto del trauma es profundamente individual y las reacciones varían ampliamente según la historia y las circunstancias personales. Inmediatamente después, la agitación emocional (ansiedad, flashbacks, insomnio) es completamente natural. Esta intensa respuesta refleja la lucha de nuestro cerebro por procesar lo inimaginable e integrar la experiencia en nuestra comprensión de nosotros mismos. Con el tiempo, para la mayoría de las personas, estos sentimientos disminuyen gradualmente a medida que se adaptan e incorporan su nueva identidad como “sobrevivientes”. Si bien las cicatrices pueden permanecer, muchos informan haber experimentado un crecimiento postraumático y emerger más fuertes y resilientes que antes.
Kavanagh enfatiza que buscar apoyo es crucial si persiste una angustia intensa. Los recursos de salud mental como Mind en el Reino Unido, 988 lifeline en los EE. UU. y Beyond Blue en Australia ofrecen asistencia vital para afrontar estas emociones desafiantes.
Recuerde: no existe una única respuesta “correcta” al terrorismo. Lo más importante es comprender que nuestros instintos son complejos y variados, moldeados por experiencias individuales y los horrores únicos que enfrentamos.


































