En diciembre de 1964, Gordon Moore, entonces director de Fairchild Semiconductors, hizo una observación aparentemente casual que se convertiría en la fuerza impulsora detrás de la industria de los semiconductores durante más de medio siglo. Hablando ante una sociedad profesional, Moore predijo que el número de transistores en los circuitos integrados se duplicaría cada año. Esta proyección, más tarde denominada “Ley de Moore”, no se basó en un principio científico estricto sino más bien en las tendencias económicas e industriales observadas, un detalle clave que a menudo se pasa por alto.
El auge del microchip
En ese momento, las computadoras eran gigantes del tamaño de una habitación y los circuitos integrados (microchips) todavía estaban en su infancia. El transistor de silicio se había inventado apenas una década antes, y los primeros circuitos integrados rudimentarios apenas comenzaban a surgir. Moore notó un patrón claro: el número de transistores se estaba duplicando rápidamente, de 16 en 1961 a 120 en 1964.
Este crecimiento exponencial no fue accidental. La predicción de Moore no se trataba sólo de lo que podría pasar; fue una profecía autocumplida. Al establecer esta expectativa, estimuló a la industria a innovar sin descanso para cumplirla. En 1965, amplió aún más la idea en un editorial de la revista Electronics, prediciendo audazmente 65.000 componentes en un solo chip, una cifra asombrosa para la época. Hoy en día, los chips contienen billones de transistores.
De la predicción al estándar de la industria
Moore cofundó Intel en 1968 y su “ley” pasó de ser una predicción a un objetivo empresarial central. Posteriormente, el ritmo se revisó para duplicarlo cada dos años en 1975, un ritmo más sostenible que, no obstante, impulsó décadas de innovación. Este impulso implacable hacia la miniaturización es la base de casi todos los dispositivos electrónicos modernos, desde los teléfonos inteligentes hasta las supercomputadoras.
Los límites del crecimiento
Durante años, los expertos predijeron que la Ley de Moore llegaría a sus límites, pero persistió gracias a ingeniosas soluciones de ingeniería. Como señaló el propio Moore en 2016: “Siempre parece haber una barrera impenetrable en el camino, pero a medida que nos acercamos a ella, la gente encuentra soluciones”. Sin embargo, la realidad física finalmente intervino.
La “ley” comenzó a fallar alrededor de 2016, cuando Intel luchó por reducir el tamaño de los transistores de 14 a 10 nanómetros dentro del plazo previsto. Esta falla no fue un fracaso de la innovación sino una consecuencia de la física fundamental. A medida que los transistores se encogen, los efectos cuánticos como el túnel cuántico se vuelven inevitables, causando fugas de electrones entre los transistores e interrumpiendo la funcionalidad.
La Ley de Moore, en su forma original, ya no es viable. Si bien la industria continúa traspasando límites, el crecimiento exponencial del pasado es insostenible. La era de duplicar la densidad de los transistores cada dos años ha terminado, ya que las leyes de la física imponen limitaciones reales sobre cuán pequeños podemos llegar.

























